jueves, 16 de agosto de 2012

Esquela a un amigo muerto


Hola.
Te recuerdas de mí. Yo soy aquel con quien bebías vino
 y nos embriagábamos con tintos y blancos, cavas y prossecos. Aquel con quien en tus noches más profundas discutías con un cabernet en copa, de esos que hacen filosofar. Si soy yo, recordándote y recordando con nostalgia aquellas aventuras en el que el vino, el merlot, el malbec, el tempranillo, la sangiovese del Montalcino, la corvina del Bardolino, encendían nuestras almas e iluminaban nuestros destinos. Pero hoy amigo, tus huesos se pudren en la soledad del sepulcro y yo no hayo la paz en mi copa.
Extraño esa alegría tuya por la próxima botella. Como me decías, el próximo vino estará mejor. Esa extraña alegría infantil, esa curiosa ilusión por la próxima etiqueta. Sabes?, hoy el vino no me sabe a vino, ni la alegría me sabe a alegría. Sólo queda recordar lo que una vez escribiste:

Quedar en el recuerdo es consuelo de otros, pero no de quien ya no puede recordar.
Y es consuelo de otros, no tanto por quien recuerdan, sino por temor a no ser ni siquiera recordados.
Resulta preferible reconocer más bien que las cosas, como son, son sólo hasta cierto punto. Con el pertinente improperio, desde luego.

Gregorio Bonmatí. Meditaciones para una noche de insomnio. 1997

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