martes, 25 de agosto de 2015

Extravío - El Lenguaje es el gran tema


Extravío

El Lenguaje es el gran tema


    La mentira, la verdad, lo que se calla, el dolor acumulado, la esperanza que espera. La desazón es un sentimiento de disgusto, de malestar, de pesadumbre. Es un sentimiento inquietante y desagradable que se instala en el cuerpo social y permanece como un pesado manto sobre nuestras interacciones

     Cuando la situación toma ribetes trágicos uno busca símiles, evoca a los Griegos o a Shakespeare para preguntarse, qué nos está marcando. Es como pensar que la peste, la inquietud, el lenguaje fiero o la desazón en nuestra Tebas, nuestro Cawdor, nuestro Elsinor, o nuestra Isla en el Nuevo Mundo, tiene su origen en un pecado cometido que hace que nuestros héroes se agiganten en la porfía, la ambición desmedida, la traición y el exilio.

     A ratos Edipo, convertido en un rey tozudo que decide investigar hasta concluir que es él el agente de la perdición y decide sacarse los ojos para no ver tanta falta.

    A ratos Macbeth, quien creyendo estar bajo un hechizo arremete sin piedad para obtener la totalidad del poder, denostando incluso a sus mejores amigos.

    A ratos Hamlet, quien convocado por la sombra del Padre muerto debe  continuar con la herencia de un régimen fracasado.

     Tal es la situación, que a ratos nos convertimos en Próspero y aparecemos exilados en una isla con nuestras familias haciendo uso de artilugios concedidos por Ariel para obtener venganza a nuestros males.

    Cada uno de nuestros héroes está guiado y enceguecido buscando la respuesta a lo que nos aqueja, que no es más que su dilema propagado.

    Ser o no ser, que se pronuncia sin calavera en la mano, es el discurso de una depresión suicida.        Visiones de culpa y remordimientos esperando la presencia de algún fantasma; que el bosque de  Birnam no se mueva y que jamás llegue Macduff.

        En esta Obra nadie puede soñar a largo plazo. Ni siquiera a mediano, o a corto. Todos padecemos el efecto avasallador de las vicisitudes de nuestros héroes. El público ya no solo suspira, ahora tose y se levanta de sus butacas.

       Insiste la trama y su motivo, entra otra vez la porfía de Edipo y de Lear buscando responsables de este gran estropicio. Siguen ciegos complaciéndose en escuchar las adulaciones de las hijas. Contemplamos inexorable el paso de la terquedad sorda a la indecisión de Hamlet… ¿ Hace falta una Cornelia para que se den cuenta..? o sólo un Bufón como en el caso de Lear que le diga la verdad aunque duela oírla..?. Si es así, sólo la risa desatada en el palacio convertirá la tragedia en comedia, intentando un final anodino con un mínimo costo de afectados.

    Y Nosotros, ya Próspero, ya Euménides, ¿Perseguiremos la ilusión de la justicia final… y al término, solo perdonaremos…?

Autor:  AA