Extravío
El Lenguaje es el gran tema
La mentira, la verdad, lo que se calla, el dolor
acumulado, la esperanza que espera. La desazón es un sentimiento de disgusto,
de malestar, de pesadumbre. Es un sentimiento inquietante y desagradable que se
instala en el cuerpo social y permanece como un pesado manto sobre nuestras
interacciones
Cuando la situación toma ribetes trágicos uno busca símiles,
evoca a los Griegos o a Shakespeare para preguntarse, qué nos está marcando. Es
como pensar que la peste, la inquietud, el lenguaje fiero o la desazón en
nuestra Tebas, nuestro Cawdor, nuestro Elsinor, o nuestra Isla en el Nuevo
Mundo, tiene su origen en un pecado cometido que hace que nuestros héroes se
agiganten en la porfía, la ambición desmedida, la traición y el exilio.
A ratos Edipo, convertido en un rey tozudo que decide
investigar hasta concluir que es él el agente de la perdición y decide sacarse
los ojos para no ver tanta falta.
A ratos Macbeth, quien creyendo estar bajo un hechizo
arremete sin piedad para obtener la totalidad del poder, denostando incluso a
sus mejores amigos.
A ratos Hamlet, quien convocado por la sombra del
Padre muerto debe continuar con la herencia de un régimen fracasado.
Tal es la situación, que a ratos nos convertimos en
Próspero y aparecemos exilados en una isla con nuestras familias haciendo uso
de artilugios concedidos por Ariel para obtener venganza a nuestros males.
Cada uno de nuestros héroes está guiado y enceguecido buscando
la respuesta a lo que nos aqueja, que no es más que su dilema propagado.
Ser o no ser, que se pronuncia sin calavera en la
mano, es el discurso de una depresión suicida. Visiones de culpa y
remordimientos esperando la presencia de algún fantasma; que el bosque de
Birnam no se mueva y que jamás llegue Macduff.
En esta Obra nadie puede soñar a largo plazo. Ni
siquiera a mediano, o a corto. Todos padecemos el efecto avasallador de las vicisitudes
de nuestros héroes. El público ya no solo suspira, ahora tose y se levanta de
sus butacas.
Insiste la trama y su motivo, entra otra vez la porfía
de Edipo y de Lear buscando responsables de este gran estropicio. Siguen ciegos
complaciéndose en escuchar las adulaciones de las hijas. Contemplamos
inexorable el paso de la terquedad sorda a la indecisión de Hamlet… ¿ Hace
falta una Cornelia para que se den cuenta..? o sólo un Bufón como en el caso de
Lear que le diga la verdad aunque duela oírla..?. Si es así, sólo la risa
desatada en el palacio convertirá la tragedia en comedia, intentando un final
anodino con un mínimo costo de afectados.
Y Nosotros, ya Próspero, ya Euménides, ¿Perseguiremos
la ilusión de la justicia final… y al término, solo perdonaremos…?
Autor: AA